Mostrando el único resultado
En aquel tiempo contaba cuatro años y solía corretear detrás de los extraños hombres que se paraban a descansar o a comer en los bancos de madera de la fonda que sus padres regentaban. Hombres que, desde su mirada infantil, le parecían gigantes de anchas espaldas y fuertes pechos, con sus rostros serios y sus cabezas afeitadas. Pero lo que verdaderamente le llamaba la atención eran las katanas y los wakizashi que, cruzados en los coloridos cinturones de los samuráis, se movían al ritmo de sus pasos firmes y decididos…
Te invito a descubrir este cuento de desarrollo personal para grandes y pequeños.
Éste sitio web utiliza cookies propias y de terceros para realizar análisis de la navegación de los usuarios y mejorar nuestros servicios. Para saber más sobre nuestra política de cookies, click aquí
Los ajustes de cookies de esta web están configurados para "permitir cookies" y así ofrecerte la mejor experiencia de navegación posible. Si sigues utilizando esta web sin cambiar tus ajustes de cookies o haces clic en "Aceptar" estarás dando tu consentimiento a esto.